jueves, 23 de febrero de 2017

Joel-Peter Witkin

Joel-Peter Witkin (nacido el 13 de septiembre de 1939 en Brooklyn, Nueva York) es un fotógrafo estadounidense.





Nacido de padre judío y madre católica, sus padres se divorciaron cuando era joven debido a sus irreconcialiables diferencias religiosas.

Tiene un hermano gemelo llamado Jerome witkin, que es pintor. Trabajó como fotógrafo de guerra entre 1961 y 1964 en la Guerra de Vietnam.

En 1967 decidió trabajar como fotógrafo freelance y se convirtió en el fotógrafo oficial de City Walls Inc.

Estudió después escultura en la Cooper School Of Fine Arts de Brooklyn donde consiguió un título en artes en 1974. Después de que la Universidad de Columbia le concediera una beca terminó sus estudios en la Universidad de Nuevo México en Albuquerque donde consiguió su Master en Bellas Artes.


Según el propio Witkin su particular visión y sensibilidad provienen de un episodio que presenció siendo pequeño, un accidente automovilístico en el que una niña resultó decapitada. También cita las dificultades en su familia como una influencia.

Su artista favorito y gran influencia es el Giotto.

Sus fotos suelen involucrar temas y cosas tales como muerte, sexo, cadáveres (o partes de ellos) y personas marginales como enanos, transexuales, hermafroditas o gente con deformaciones físicas. Sus complejos tableauxs a menudo evocan pasajes bíblicos o pinturas famosas. Esta naturaleza transgresora de su arte ha consternado a la opinión pública en repetidas ocasiones y ha provocado que lo acusen de explotador y que haya sido marginado como artista en diversas ocasiones.

Su acercamiento al proceso físico de la fotografía es altamente intuitivo que incluye manchar o rayar el negativo y una técnica de impresión con las manos en los químicos. Esta experimentación comenzó luego de ver un ambrotipo del siglo XIX de una mujer y su amante quien había sido arrancado.



Susan Sontag en unos de los ensayos publicados en su libro “Sobre la fotografía” nos relataba cómo no era lo mismo presenciar una operación en un quirófano que ver fotografías sobre ello. No es lo mismo porque in situ el que observa puede ser dueño de lo que mira, mientras que en una fotografía, al reflejar un sólo instante, nuestra mirada es dirigida por quien compuso la escena sin opción alguna por nuestra parte.

Con Joel-Peter Witkin, nuestro ojo se encuentra de lleno con una imagen a priori desagradable en nuestro ideal universo de lo bello. Sus representaciones revuelven, asquean, nos hacen cerrar los ojos o mirar para otro lado. Lo que en pintura nos agrada, aunque estemos ante las pinturas negras de Goya, en fotografía nos repele. Y ello es debido a que estamos ante retazos de realidad, aunque a veces sea una realidad inventada, maltratada.



No es extraño, que Witkin, fotógrafo nacido en Nueva York que se formó en escultura, recurra en muchas de sus fotografías a cuadros de la historia de la pintura. No es de extrañar que mezcle Las Meninas de Velázquez con El Guernica de Picasso. O que convierta algo tan bello como La Venus de Botticelli en una postal horrenda.

De algún modo se apodera de los personajes de Diane Arbus y los inserta en escenas inspiradas de la mitología clásica o la Biblia. En este sentido, Witkin es una poderosa fuente de recursos basados en los pilares que han sustentado la historia del arte durante siglos. Pero él los presenta a su manera.
Su mundo es el de los transexuales, los mutilados, los enfermos. Su concepción de la fotografía se aleja de lo bello, pero de algún modo atrapa, queremos seguir mirando sus obras porque nos enseñan algo que nuestra imaginación no alcalza a crear. Es la fascinación por lo desconocido lo que nos hace dar gracias de no estar presente en la sesión fotográfica, sino de ver la obra terminada.




Joel-Peter Witkin (Nueva York, 1939) suele justificar la morbidez y crueldad de sus fotos recordando el impacto imborrable del cadáver decapitado de una niña, víctima de un accidente automovilístico, que vió como involuntario testigo cuando tenía ocho años. También añade que no entiende a los humanos desde la racionalidad, sino desde la dictadura de los sentidos.

El polémico artista suele llevar el escándalo allá donde va desde la década de los años setenta del siglo XX, cuando, al regresar de trabajar como reportero gráfico en la Guerra de Vietnam, decidió explorar un área delicada y sujeta a interpretaciones con frecuencia demasiado apasionadas y sujetas a opiniones morales: la deformidad, los cadáveres, el dolor y la sexualidad...


Retablos abigarrados

Constructor minucioso de retablos abigarrados, que a veces parecen altares, donde aparecen enanos, hermafroditas, cuerpos deformes, cadáveres y otros elementos duros, Witkin sostiene que su estilo es una mera continuación del arte clásico y que los temas ya habían sido tratados desde el Renacimiento, con mayor o similar intensidad, por maestros de la pintura y el dibujo.

La Bibliothèque Nationale de Francia, en París, ofrece la oportunidad de contrastar la opinión del fotógrafo en la magnífica exposición Joel-Peter Witkin. Enfer ou Ciel (Joel-Peter Witkin.Infierno o Cielo), inaugurada el martes y en cartel hasta el uno de julio.


Obras clásicas colocadas frente a las fotos

La muestra, la primera de Witkin en un museo nacional francés, es algo más que una antología cronológica que reúne 81 fotografías del artista. Frente a ellas, en la parte central de las salas destinadas a la exposición, se exponen casi medio centenar de dibujos y grabados de los fondos de la pinacoteca seleccionados personalmente por el artista como referentes e inspiración.

El montaje permite que los visitantes pueden ver al mismo tiempo las fotos de Witkin y obras originales de, entre otros, Andreani, Beckmann, Bellange, Campagnola, Carracci, Durero, Ensor, Goya, Picasso, Rembrandt, Rops y Castiglione, de quien se expone un sublime y poco conocido monotipo del siglo XVII. Los referentes clásicos están datados entre el XVI y el XX.



El diálogo entre las obras clásicas y las fotos está organizado por temas. La relación entre el pintor y su modelo, por ejemplo, enlaza dibujos y litografías de Rembrandt y Picasso con el retablo de Witkin Poussin in Hell (1999).

La confrontación entre Witkin y sus inspiradores da la razón al fotógrafo La confrontación entre Witkin y sus fuentes de inspiración da la razón al fotógrafo. Por una parte, permite comprobar que el retrato de lo oscuro y del universo de los sentidos ya estaba presente en obras del Renacimiento. Por otra, demuestra que el fotógrafo, que trabaja mediante un proceso0 de numerosos bocetos previos, trabaja con el mismo cuidado compositivo que sus referentes.



La selección de fotos de Witkin abarca toda su carrera, desde obras tempranas como Madame X (1981), una Venus con atributos sexuales masculinos, hasta piezas recientes, por ejemplo, The Paris Triad: The Reader (2011). La antología se ha montado con fondos propios de la Bibliothèque National y cesiones de varios museos europeos.

Joel-Peter Witkin (Nueva York, 1939) fue técnico en un estudio especializado en el proceso Dye Transfer, y más tarde asistente en dos estudios fotográficos. Seguidamente trabajó como fotógrafo en el ejército.

En 1967 decidió trabajar como fotógrafo independiente y actuó como fotógrafo oficial de City Walls Inc. de Nueva York. Posteriormente realizó estudios en la Cooper School of Fine Arts, de NY, donde obtuvo en 1974 el título de Bachiller en Arte. Después de haber obtenido una beca de poesía en la Columbia University, finalizó sus estudios en la Universidad de Nuevo Mexico, con el título Master of Fine Arts. Actualmente enseña fotografía.



La fascinación de Witkin por lo macabro habría surgido cuando, a los 6 años, presenció un accidente automovilístico en el que la cabeza de una niña rodó a sus pies. Sus primeras fotografías las hizo a los 16 para su hermano gemelo Jerome, pintor, en una feria: monstruos y un hermafrodita con el que habría tenido su primera experiencia sexual. Estudió escultura, trabajó en un taller de revelado, se alistó en el ejército como fotógrafo y fue maître de un restaurante hasta que a principios de los 80 su obra pasó repentinamente a ser codiciada.

Su artista favorito es Giotto. También tuvo acercamiento al arte de Arcimboldo, el Bosco y Goya, pero la más obvia influencia artística en su trabajo es el Surrealismo ( sobre todo Max Ernst ) y el Arte Barroco, además que su obra recuerda mucho a los primeros Daguerrotipos. Pero Witkin (que a pesar de sus detractores y hasta de la censura política, es hoy uno de los fotógrafos "mayores") ni es un loco ni es un provocador sin más. Aunque su postura sea hoy difícilmente asimilable, ha actualizado las tradiciones decimonónicas de lo gótico y lo decadente, llevando a sus extremos algunos de sus componentes: las referencias religiosas, mitológicas y artísticas, el culto a la muerte, la perversión sexual, el placer en el terror.



Muchos califican su obra de obscena, inútil y depravada, pero quienes mantienen esta postura quizás se pierden en el espasmo vomitivo que la locura, el sexo, la muerte y la aberración pueden llegar a provocarles.

Para un fotógrafo romántico y místico como Witkin, el debate del bien y el mal se sitúa inevitablemente en la esfera estética de lo bello y lo feo. De tal forma, que los personajes vivos que generalmente retrata con máscaras y vendas, son siempre seres con deformaciones físicas o amputaciones, andróginos, hermafroditas (individuos con una identidad confusa podríamos decir) que se salen de lo normal y se incluyen en el apartado de seres más o menos extraños, raros o incluso grotescos. Sus esfuerzos artísticos se concentran en dignificar y extraer otra idea de belleza, de bondad, de unos seres más cercanos socialmente al mal por una suerte de ética enraizada en una moral no transgresora.



Witkin, busca con dificultad a los modelos (pone anuncios buscando ?mitos vivientes?, toda clase de malformaciones y amputaciones), fabrica algunos de sus seres en el laboratorio fotográfico, trabajando manualmente cada negativo como un collage de elementos captados por separado. Su obra, que apenas ha experimentado variaciones en 20 años, trata, según él afirma, de ?amor y redención?. Y aun conociendo sus pequeñas imposturas sus obras no dejan nunca de impresionarnos. Impresionan desde luego porque nos obligan a mirar lo que no querríamos ver y porque nos espanta imaginar el contacto directo del artista con ese mundo horrendo (incluso él ha confesado alguna vez haberse asustado de sí mismo). Pero nos impresionan también por su exquisita belleza, que las justifica.




En el arte no existe una técnica más inmediata y natural que la fotografía, ésta revela al sujeto tal y como es, inmortalizando una combinación de elementos en un tiempo determinado para que pueda ser contemplado en la eternidad. La muerte ha jugado un papel muy peculiar en la historia de la fotografía convirtiéndose en un género por si misma a través de retratos de difuntos con el fin de preservar la memoria de la persona. Éste género de fotografía era considerado muy común en la era Victoriana; la mayoría de la sociedad europea adquiría este tipo de reliquia porque era más accesible que un retrato pintado.



Entre la contemplación de la vida y la muerte no hay un sujeto más relevante que el fotógrafo americano Joel-Peter Witkin, quien es reconocido a nivel mundial por sus mórbidas composiciones que combinan cadáveres, deformidades físicas, objetos encontrados, animales y modelos poco comunes. Nacido en 1939 en Brooklyn, Joel-Peter Witkin encontró su inconfundible estilo a una edad muy temprana, coincidentemente la foto más reconocida de su amplio repertorio de composiciones fue la primera que llevó a cabo en la morgue de una universidad. Esta obra icónica se titula “The Kiss”, y su composición consiste en una cabeza decapitada que fue cortada a la mitad e invertida para que parezca que son dos hombres besándose.


La obra de Witkin es transgresora que muchas veces no le es posible llevarla a cabo dentro de los Estados Unidos, es por eso que con frecuencia visita México para trabajar con cadáveres que no han sido reclamados. Sus composiciones están basadas en metáforas sobre la mortalidad, muchas de ellas inspiradas por temas relacionados a la religión y pinturas clásicas como aquellas del Renacimiento. Sobre el impacto que causan sus piezas, Witkin elabora una teoría: “Quería que mis fotografías fueran tan poderosas como la última cosa que ve o recuerda una persona antes de morir”, y en efecto, una vez que se tiene la oportunidad de contemplar una de sus imágenes, éstas se quedan en el subconsciente y permiten cuestionar los valores de la belleza que existe entre la vida, la muerte y la supuesta perfección que buscan alcanzar a través de la estética. La moralidad es algo que juega un papel subjetivo en la obra de Witkin; su intención es revelar un lado oculto de la sociedad, un lado tan perturbante que pocos se atreverían a explorar por su propia cuenta.



La técnica empleada por Witkin para elaborar sus fotografías es una de revelado clásico que después es sometido a un proceso en el que se interviene el negativo con rayones y químicos. Los elementos retratados por Witkin parecen estar en paz a pesar de su contexto, conviviendo con el entorno en una manera natural y desinhibida. “Para mí las cosas extremas son como milagros. No hay nada más aburrido que una persona que está solo bien. Pero fácilmente pudiera vivir en un mundo poblado con estas disyuntivas cosas bizarras… Yo opero desde la confusión hacia la claridad”, esto revela la fascinación de Witkin por todo lo extraño que habita en el mundo. A través de los ojos de este gran artista se puede ver la muerte de una manera diferente, cuestionando los límites entre lo profano y lo aceptable en la sociedad moderna por medio de definir la fotografía en el arte contemporáneo.



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