martes, 10 de mayo de 2011

Dominacion Femenina - IV


Les escribo para hacerles una pregunta (aunque no sé si realmente es una pregunta). Me he decidido a hacerlo después de leer varias experiencias de mujeres maduras que entablan relaciones con hombres más jóvenes. Mi problema es que me gustaría hacer lo mismo, pero que no me atrevo.


Soy una mujer separada de 52 años, tengo un buen trabajo y no paso apreturas, además, después de la separación me quedó un buen piso para mí sola. Estuve casada 24 años. En los últimos años el matrimonio no iba muy bien, aunque tampoco muy mal. Hace unos cuatro años, mi marido me contó que uno de los problemas de nuestra relación era que, aunque nunca se había atrevido a decírmelo, a él le hubiera gustado que yo mandara y el obedeciera. Cuando me lo contó me quedé de una pieza, no sabía ni lo que quería decir. El me dijo que si lo intentábamos nuestro matrimonio mejoraría, y me dio a leer algunos textos. Pero a mí todo me parecía extrañísimo. Intenté pensar en lo que quería, pero no pude. A los dos años, me dijo que se había enamorado de otra mujer (una compañera del trabajo que tenía catorce años menos que él). Total, que acabamos separados.


No sé si estaba muy enamorada de él, aunque siempre creí que algo sí, quizás por costumbre, porque no se me ocurría otra posibilidad después de 24 años de matrimonio. La separación me tuvo un año hecha polvo. Sin embargo, después de ese año me fui tranquilizando y acostumbrando a estar sola. Fue entonces cuando volví a recordar el asunto de la dominación femenina que me había planteado. Volví a ver aquellos textos y comencé a buscar cosas por Internet, pero como no sé más que castellano, tampoco encontré mucho, aunque sí algunas cosas.


Comencé a pensar que quizá debería haberle hecho caso y haberlo intentado. Pero ahora lo pensaba porque estaba furiosa contra él, porque pensaba que podría haberle dado su merecido. Pero a medida que leía y pensaba más en ello, me iba olvidando de eso y me iba interesando más la dominación femenina. Hace seis meses, buscando otra vez en Internet encontré su página, que ha sido para mí una bendición. En estos seis meses, lo he leído todo y mi opinión de la dominación femenina ha cambiado. Ahora pienso que así es como me gustaría estar con un hombre. Y me gusta pensar en lo que podría hacer con un hombre sumiso a mi servicio. Me gusta y me excita, y pienso que tendría que intentarlo.


Por eso me han gustado tanto los escritos de las mujeres que lo consiguen. Sin embargo, hasta ahora todo son pensamientos en mi cabeza, pero no me atrevo. Me apetece mucho, pero todavía no sé cómo hacerlo. Pero es raro el día en que no pienso en ello. La razón fundamental por la que no me atrevo es mi edad y la falta de experiencia. Nunca he tenido relaciones sexuales con otro hombre que no fuera mi marido. Y a los 52 años me da vergüenza pensar en intentar conquistar a un hombre. Más aún porque en mis fantasías me gustaría tener una historia con alguien más joven.


Para los hombres es más fácil, muchos tienen historias con mujeres más jóvenes, pero para las mujeres es mucho más difícil. Además, yo no soy una mujer de esas que los hombres se quedan mirando, no soy fea, pero tampoco muy guapa. Me parece difícil que me atreva a ponerme una ropa llamativa (de cuero como dicen muchos textos), porque esa ropa les sienta bien a las jóvenes, pero a mi edad no es lo mismo.


Por eso les escribo, para ver si pueden aconsejarme algo que me ayude a ser un poco más optimista. Me podrían decir que haga como han hecho otras mujeres, pero me falta experiencia y seguramente valentía. Pero si les escribo es porque a pesar de no atreverme lo estoy deseando. Creo que es la idea que más tiempo tengo en la cabeza desde hace meses. Lo que más quiero es conquistar a un sumiso, tenerle a mi servicio y mantener con él una relación de dominación femenina. Espero que me puedan decir algo. Un cordial saludo de Ángela.


DominacionFemenina.net (Ana Serantes):

Efectivamente, tenemos algo para usted: buenas noticias. Y como son unas cuantas, tendremos que extendernos un poco, lo que seguro que no le molestará.


Comencemos por el asunto de la edad. Tiene usted toda la razón en que resulta más fácil para los hombres encontrar parejas más jóvenes. Así es, y así ha sido durante mucho tiempo. ¿Por qué? Se dice a menudo que es una cuestión biológica; no creemos que esa sea, ni mucho menos, la razón fundamental. Donde encontramos esa explicación es en el hecho de que los hombres han detentado el poder durante siglos, y han conformado la sociedad y las costumbres a su conveniencia. Pero es que, además, el poder en sí mismo atrae, entre otras cosas, porque las personas que han obtenido poder (en cualquier ámbito) suelen ser más interesantes, inteligentes y atrevidas que quienes carecen de el, y sus vidas también más interesantes. Por otra parte, ese poder, cuando no viene por herencia, se consigue en la mayor parte de los casos por un esfuerzo continuado que requiere tiempo. Es decir, la mayoría de los hombres que alcanzan ese poder lo hacen ya en la madurez, cuando no en la vejez. Así que no debe extrañarnos que haya habido muchas mujeres jóvenes que se sintieran realmente atraídas por los maduros hombres de éxito.


Sin embargo, Ángela, esto está cambiando, a gran velocidad, y lo está haciendo ya. Aunque sean pocas, ya no son una excepción las mujeres que se relacionan con hombres bastante más jóvenes. Y comienzan a hacerlo, como es lógico, las mujeres que disfrutan de una posición poderosa a los ojos de los hombres (y ese poder es ya real en una minoría significativa de mujeres). En lo va de año, hemos sabido que Demi Moore, Sharon Stone y Geena Davis, por ejemplo, conviven con hombres que tienen entre quince y veinte años menos que ellas. Claro, dirá, con esos cuerpos y esas cuentas corrientes. Cierto, pero es que estamos hablando de Hollywood, del espejo en el que se mira el mundo. Y esos ejemplos no son más que la punta del iceberg. El fenómeno se extiende con rapidez y más allá de lo creemos. ¿Por qué? Pues por parecida razón a la que explicábamos en relación con los hombres: son cada vez más las mujeres que tienen poder y que lo ejercen con plena conciencia, constituyéndose, por lo tanto, en un auténtico foco de atracción también para hombres notablemente más jóvenes que ellas.


Pero una de las buenas noticias, Ángela, es que donde esa situación está más extendida es en el ámbito de la dominación femenina. Es lógico, porque es aquí donde las mujeres son más plenamente conscientes de su poder. Y donde pueden disponer de él incluso aunque no disfruten de un notable poder social, porque han aprendido que ese poder sobre los hombres se lo proporciona su propia sexualidad. En esta revista hemos publicado ya algunos ejemplos, pero aparecerán muchos más con el tiempo, porque las relaciones de mujeres con hombres más jóvenes se están incrementando de forma llamativa entre quienes practican la dominación femenina. Además, no deja de constituir, en realidad, una vuelta a la normalidad, porque los hombres alcanzan su plenitud sexual apenas traspasada la frontera de la veintena, mientras que las mujeres lo hacen después de haber dejado atrás la treintena (nos referimos al goce y al deseo sexual, no a la capacidad reproductiva).


Ese poder que irradia la mujer dominante se hace visible para la gran mayoría de los varones sumisos. Así se explica el crecimiento constante de estas parejas de mujeres maduras y hombres jóvenes. Si tiene alguna duda de lo que le decimos, no tiene más que acudir a los listados en que los sumisos se ofrecen a mujeres dominantes. Entre esos anuncios, encontrará unos cuantos en que un joven sumiso especifica que no importa la edad de la dominante que busca, o marca un abanico de edades que sobrepasa la propia en bastantes años. Además, podemos asegurarle que muchos que no realizan indicación alguna estarían más que dispuestos a entregarse a mujeres dominantes mayores que ellos.


Si no fuera por la dominación (y dominación femenina se produce en la mayoría de los casos de las mujeres con poder aunque no sea explícita), este fenómeno parecería contradecir una evidencia: los hombres son seres visualmente orientados por lo que se refiere a la sexualidad. Es así, y se ha dicho en muchas ocasiones, que los hombres se orientan en el terreno sexual por el sentido de la vista, mientras que las mujeres lo hacen más por el del oído. Ahora bien, en este terreno concreto podría parecer que la noticia que tenemos para usted no puede ser más que una mala noticia. Es decir, que tendría razón al pensar que, ateniéndonos a la vista, sus posibilidades de éxito son mínimas frente a las mujeres más jóvenes. Porque no puede negarse, como dice, que les sientan mejor las ropas, de cualquier tipo, y que sus cuerpos denotan una lozanía con la que resulta difícil competir.



el punto, Ángela, de que, por mucho que le sorprenda, también en este terreno le traemos buenas noticias. Son varias las razones que explican lo que puede parecerle una contradicción, pero que no lo es. En primer lugar, aunque los varones sumisos estén orientados visualmente, no es el físico lo único que ven. “Ven” la energía erótica que irradia una mujer dominante, y créanos, difícilmente pueden resistirse a ella. Aunque le extrañe, el hombre que conoce su naturaleza sumisa valora en gran parte de las ocasiones esa energía dominante por encima de la propia imagen física. Y el resplandor de esa energía está mucho más relacionado con la afirmación del carácter dominante de la mujer que con la edad.


En segundo lugar, la orientación visual de los varones en su sexualidad tiene una peculiaridad que no se produce de la misma forma entre las mujeres: el fetichismo. A los hombres, además de las mujeres, les subyugan los fetiches con los que se adornan. Que esos fetiches sean construcciones masculinas no resta un ápice al poder que las mujeres pueden obtener con su utilización. Es seguro, Ángela, que su cuerpo no es como el de una mujer mucho más joven, pero esa diferencia se difumina notablemente a los ojos del varón sumiso si usted utiliza los fetiches que el hombre pone a su disposición. La visión que el sumiso tenga de usted se transforma por la mera utilización de unos zapatos de tacón o unas botas, una minifalda o un corpiño. No hace falta más, no hace falta siquiera blandir un látigo (que también podría hacerlo) para que el sumiso se derrita frente a usted aunque sea bastantes años más joven. Entendemos sus dudas con respecto al hecho de vestirse de ese modo, pero esas dudas afectan exclusivamente al territorio público no al privado. En su casa, y frente a un sumiso, puede usted ponerse lo que quiera, y le aseguramos que ningún hombre la encontrará ridícula; todo lo contrario, soberbia. En privado, no tenga vergüenza, porque tiene el éxito asegurado, si se convence de que le ayuda en el sometimiento del sumiso (y así será) reálcese como mejor le parezca, y utilice los fetiches del varón sumiso para someterle.


Ahora bien, la vestimenta no es más que un complemento. Como le decíamos, el varón sumiso queda prácticamente indefenso ante una mujer que irradie energía dominante. Y el principal componente de esa energía no reside ni en la vestimenta ni en los fetiches, sino en la actitud y el comportamiento de la mujer dominante. Basta con la palabra para situar al sumiso donde quiere: suspirando por usted y dispuesto a entregarse hasta donde le quiera llevar. Y no nos referimos a la utilización de ningún lenguaje especial, simplemente, a la seguridad y la contundencia con la que se expresan los deseos y los requerimientos de la dominante, que bien puede hacerse en voz tan baja como dulce. Esa seguridad, que muestra con claridad lo que la mujer quiere y lo que exige, constituye el arma más poderosa de la que dispone la mujer dominante. Y también aquí podemos decir que esa característica no depende de la edad.


Existe otro factor que juega también a su favor, y que también podría comprobar en los anuncios de las personas que buscan una relación de dominación femenina: la muy superior cantidad de sumisos con respecto a las mujeres dominantes. Podría ser que muchos sumisos prefirieran a alguien más joven, pero, Ángela, usted tiene una ventaja fundamental: ha descubierto su naturaleza y dominante y está dispuesta a ejercerla. Y son mayoría los hombres sumisos que darían lo que fuera por encontrar una mujer a la que entregarse, porque no abundan. Podemos garantizarle que el número de sumisos jóvenes que estarían deseosos de encontrar una mujer como usted a la que someterse es importante. Otra cosa es que no cualquiera de ellos le conviniera, porque una relación de pareja no se alimenta exclusivamente de la dominación. Así que aunque no le digamos que le va resultar fácil y rápido encontrar al sumiso que le conviene, tendrá que estar de acuerdo en que es una buena noticia que haya donde elegir.


Es cierto que esta situación es provisional, que según más mujeres vayan descubriendo su naturaleza dominante y comprobando las ventajas que obtienen al ejercerla, esta desigualdad entre el número de hombres sumisos y el de mujeres dominantes irá mitigándose. La evolución de la sociedad ya da muestras de esa tendencia; pero no se preocupe, usted va a disfrutar de esa ventaja.


La comprobación de que las buenas noticias son reales puede hacerse acudiendo a los estudios sobre la sexualidad masculina, que indican que la atracción que sienten los hombres jóvenes hacia las mujeres maduras es bastante generalizada en algunos momentos de su vida. Esta atracción está claramente ligada a su naturaleza sumisa, y sería más generalizada si no fuera por las constricciones que impone el marco social. Pero esa atracción, e incluso fantasía, está aún más extendida entre los hombres que han tenido la valentía y la visión suficiente para asumir su condición sumisa. Por eso hay quien opina, como Elise Sutton, que en las próximas generaciones se extenderá la costumbre de que muchos jóvenes se inicien en la sexualidad de la experta y sabia mano de una mujer madura y dominante. ¿De quién mejor aprender, y quien mejor para enseñar a un joven inmaduro cómo complacer y servir a la mujer como se merece?


Como le anunciábamos, nos hemos extendido bastante más de lo que prevemos hacerlo en nuestra sección de preguntas. Pero creemos que el tema es importante y afecta directamente a muchas mujeres. Ahora bien, nos dirá que lo que hemos trazado es un marco general, y quizá que ahora qué hace con ese marco. Bien, es cierto, pero esperamos que le sirva de ayuda, porque es completamente diferente pensar que la situación objetiva dificulta la consecución de sus deseos a que los facilite. Y esperamos haber sido lo suficientemente convincentes para que esté de acuerdo en que eran buenas noticias.


Su principal arma (y es de calibre) es su convicción de que lo que quiere es establecer una relación basada en la dominación femenina. Ángela, tiene usted mucho camino ganado. ¿Cómo dar el paso? Es usted la que conoce su situación y el entorno en el que se desarrolla, así que desde esta revista no podemos proporcionarle una receta. No obstante, si podemos aconsejarle, sobre todo, que lo importante es su actitud, su manera de dirigirse a los hombres y de comportarse con ellos. Cultive la seguridad y la confianza en sus posibilidades, porque es real.


Comience a observar a los hombres que pudieran atraerla con la nueva perspectiva de la dominación. Hágalo en su vida cotidiana, y esté atenta a las oportunidades, que se presentarán. Puede acudir también a los anuncios de publicaciones o de Internet, aunque en ese caso le recomendamos paciencia y precaución. No acepte una cita sin más, primero exija una correspondencia por correo electrónico suficientemente prolongada como para comprobar si se trata de un hombre que realmente le interesa y pudiera atraerla, después pase a las conversaciones telefónicas para continuar el proceso y, sólo en último lugar, acepte una cita (y la primera convóquela siempre en un lugar público). De todas formas, y como suele ocurrir, el hombre que busca bien puede encontrarse cerca de usted, en su vida social, laboral o entre sus propias amistades.


Le deseamos suerte, y estamos seguros de que la tendrá, porque parece que ya tiene claro lo que quiere. Pero queremos terminar insistiendo en que su principal herramienta siempre será la seguridad y la autoridad con la que se relacione con los hombres. Hágalo dejando claro que usted es esa mujer superior por la que suspira cualquier hombre, y comprobará que sus 52 años no son un problema.





Leo en Mi insecto insignificante la entrevista que le hacen a Spirit: “Los celos en los sumisos”. Y pienso en que la práctica de la infidelidad por parte de la mujer dominante es asunto peliagudo, en lo difícil que resulta someterse de verdad a otra persona, en cómo desaparece la habitual ironía de Spirit cuando el peligro acecha y en la peculiar visión de la dominación femenina que traslucen sus palabras. Veamos la entrevista:


¿Qué piensa Spirit de los celos en un sumiso?
Son humanos, y no se pueden evitar cuando hay un vinculo emocional, aunque sí es algo que se debe controlar. Ya sé que un sumiso, en teoría, no debería sentir celos, pero no es posible evitarlos, al menos en mi caso.


¿Ves lógico que una Ama tenga otras relaciones?
Depende. En teoría sí, pero los sumisos somos personas, con sentimientos. Si la parte dominante introduce a alguien en una parcela reservada al sumiso, es cuando surgen los celos. Dado ese caso, soy partidario de no saber si ella es infiel con otro.


¿No crees que es una actitud machista el exigir fidelidad a la Ama?
No necesariamente. No lo veo machista cuando hay sentimientos. Entiendo, eso sí, que es una actitud egoísta e injusta. En mi caso, los celos los siento cuando otro sumiso invade mi espacio en el BDSM. Aunque no sea mas que un objeto, yo me siento mal. En cambio, si ella tiene una relación sexual de una noche con un vainilla, prefiero no saberlo, pero es mas fácil de superar.


¿Cómo compaginas por tanto los celos en tu relación con tu Ama?
Lo llevo fatal. En una fase inicial intento racionalizar para intentar aceptarlo. Pero acabo por no aceptarlo, y me aparto. Ella sabe que si se coge a otro sumiso, yo me apartaré. Es más, se pierde la magia, e incluso su autoridad sobre mí.


¿Qué piensa tu Ama de tu actitud?
Que soy un egoísta, un cabrón, que soy injusto, pero lo comprende, porque en el fondo, le reafirma el vinculo afectivo que tiene conmigo y yo con ella. Mis celos no son de hacer daño, no son destructivos, son celos que condicionan, eso si, pero que permiten y dan libertad a la otra parte. Tan solo que yo me aparto voluntariamente.
Como se ve, se justifica Spirit sin cortarse un pelo: sus celos, dice, “dan libertad a la otra parte”. ¡Menuda libertad!: tu eres libre de acostarte con quien quieras, pero si lo haces… “yo me aparto voluntariamente”, es decir, te dejo plantada. Y trata de explicar el chantaje negando que lo sea: si me aparto es porque “se pierde la magia” y “su autoridad sobre mí”. Como se ve, le echa cara Spirit… aunque probablemente no caiga en la cuenta de que no es la magia ni la autoridad lo que se pierde con la práctica de la infidelidad, sino que son los celos los que pierden a Spirit, los que le llevan a razonar de modo tan peculiar.

  
Y es el miedo a los celos lo que hace que Spirit contemple la práctica de la infidelidad de una manera que en realidad la desvirtúa completamente: “prefiero no saberlo”. Porque si entendemos la infidelidad como creo que debe entenderse en una relación de dominación femenina, como una práctica en la que participan los dos miembros de la pareja, pues el “prefiero no saberlo” supone en realidad el negarse a asumir las consecuencias que dicha práctica acarrea, tanto las ventajas como los inconvenientes.


Por supuesto que los celos “son humanos”. Y por supuesto que también los sumisos los sienten –sería verdaderamente extraño que no los sintieran–. En consecuencia, resultan inevitables. Y si se practica la infidelidad en la dominación femenina no es, o no debería ser, exclusivamente por el placer de la dominante, sino también para provocar la fuerte sensación que se consigue en el sumiso precisamente como producto de sus celos y su miedo a la incertidumbre, en fin, de esa sensación que agudiza la percepción de la sumisión hasta sus mayores extremos.


En efecto, la sensación de sometimiento, de desvalimiento incluso, es tan intensa que así se explica que en la gran mayoría de las relaciones de dominación femenina sean los hombres los que plantean a sus mujeres la posibilidad de que les sean infieles. Posibilidad prácticamente imposible, claro está, si se acompañara con la coletilla de “yo me aparto voluntariamente” si lo haces.

  
Se entiende, por descontado, que Spirit no sea partidario de la práctica de la infidelidad. Yo misma pienso que es una práctica con la que hay que andar con mucho cuidado, y que desde luego no recomendaría a la mayoría de las parejas. Es mucho riesgo el que se corre, y deben ser unas cuantas las parejas que han terminado por separarse: la cercanía sexual puede y suele producir intensos lazos emocionales con la tercera persona que entra en la relación. Y lo que se planteó como una especie de relación a tres –aunque el sumiso no participe físicamente, sí lo hace emocionalmente–, puede terminar de la forma más habitual: relación a dos… y el segundo convertido en tercero y en la calle. Ahora bien, una cosa es que la infidelidad tenga sus riesgos y que Spirit no sea partidario, y otra, muy distinta, es que porque Spirit no sea partidario trate de convertir la infidelidad en la dominación femenina en lo que no es.


Una de las características para mí fundamentales de la infidelidad en la dominación femenina es que no es en realidad infidelidad –aunque yo misma optara hace unos años por traducir de ese modo el término inglés “cuckolding”–, porque en la inmensa mayoría de las parejas se practica con pleno conocimiento de ambas partes y, como decía, impulsada y deseada por aquél al que en teoría se va a ser infiel. Por esta razón, como también decía, el “prefiero no saberlo” no debería tener cabida en la práctica de la infidelidad en la dominación femenina, porque la desvirtúa de forma radical.


Yo practico la infidelidad de forma esporádica, porque no quiero asumir los riesgos que para mí y para mi chico tendría introducir a un tercero en nuestra relación de manera habitual (y porque tampoco me lo pide el cuerpo, que si un día me lo pidiera… pues ya veríamos). Pero para mí carecería de sentido practicarla si mi chico no lo supiera, o sea, si no participara de la experiencia, si no alimentara su sumisión con la humillación, con los celos, con el miedo, y si yo me perdiera la intensidad del recuentro, la vivencia del ansia de mí que le provoca la infidelidad. Y lo que digo se refiere a cuando practico la infidelidad con hombres, porque cuando me acuesto con una mujer… no es lo mismo para mi chico.

  
La fuerza de la infidelidad en la dominación femenina es enorme, a tono con sus riesgos. Sin embargo, la fantasía de la infidelidad es una herramienta que si recomiendo utilizar en cualquier relación de dominación femenina, porque la amenaza de la infidelidad tiene su aquel aunque no llegue a concretarse. Simplemente con la amenaza, con la fantasía, se consigue una cierta intensidad, se trae a la superficie el peligro, la posibilidad de la humillación, de los celos. Jugar con la posibilidad de la infidelidad nos permite gozar de sus ventajas, aunque sea en menor grado, pero sin correr los riesgos que conlleva su práctica real. Vamos, que me encanta provocar a mi chico en la cama con la amenaza de meter a otro en ella y, quién sabe, sacarle a él, con la amenaza de que quizá tuviera que limitarse a ser mi doméstico servidor porque le sustituiría por otro en la actividad sexual. Y la excitación de mi chico en esos momentos es más que suficiente para comprobar cómo le afecta el juego. Y le afecta porque, aunque sea un juego, siempre queda la intranquilidad de que pudiera convertirse en realidad, incluso aunque sea con mujeres que nunca practiquen la infidelidad… la posibilidad está ahí.


Bueno, aquí me quedo, aunque no sin mandar un saludo a Spirit y… sin decirle que ahora entiendo por qué Marujita Díaz no quiso dominarlo… porque era pretensión excesiva tener para él solo a semejante artista. ¿Te imaginas Spirit?: “Que sí Marujita, que yo quiero ser tuyo, que yo a tus pies, pero que si te lo montas con otro, si otro sumiso invade mi espacio, pues yo me aparto voluntariamente”. Y la verdad, planteada así la dominación femenina… pues mucha Marujita para tan poco Spirit.



Me he dado cuenta de que las actividades de D&S en las que participan las parejas parecen hacerse más intensas con cada año que pasa: lo que funcionaba el año pasado se ha vuelto aburrido este año. Usted enfatiza una y otra vez que servir a la mujer es el centro del estilo de vida de dominación femenina, y que es por donde hay que empezar. ¿Por qué parece que esta forma de vida progresa de esta manera tan pervertida? ¿Por qué el hombre no se conforma simplemente con servir a su mujer? Reconozco que en mi propia vida me aburro sólo con la servidumbre, y que mi mente deriva hacia las fantasías de D&S. La servidumbre sola no parece que me proporcione la satisfacción que usted asegura que experimentan otros hombre sumisos.


¿El estilo de vida de dominación femenina es realmente como una droga adictiva, en la que es necesario incrementar la dosis cada año, haciendo más pervertidas las actividades de D&S?


Elise Sutton:

¿A que se refiere exactamente cuando dice “actividades de D&S pervertidas”? ¿Por qué son pervertidas? Si dos personas se embarcan en un estilo de vida mutuamente satisfactorio, y en una sexualidad consentida dentro de una relación amorosa, eso no es pervertido. Puede ser “única” o “descabellada”, puede “marcar tendencias” o puede incluso contener elementos que la sociedad llamaría “viciosos”, pero eso no significa que sea “pervertido”.


Dese cuenta que en una u otra época casi cualquier actividad sexual fue llamada “pervertida” por la sociedad. Generalmente, la religión y la sociedad consideraban pervertidas todas las formas de sexo a menos que tuvieran como objetivo la procreación. El sexo oral era considerado especialmente pervertido, y todavía lo es en algunos segmentos de la sociedad. Por lo tanto, lo que hoy se considera “normal”, ayer se consideraba “pervertido”, y lo que hoy se considera “pervertido”, mañana será aceptado como “normal”. Las actitudes de la sociedad sobre el sexo cambian de generación en generación y de unas sociedades a otras.


Dejando esto sentado, vamos a examinar ahora su pregunta más interesante: ¿La dominación femenina progresa? Sí, debe hacerlo, si no se estanca. Otra forma de denominar a la progresión es crecimiento, y yo creo que siempre debemos crecer en nuestras relaciones. Una relación que no crece se muere. El divorcio es tan frecuente porqué muchas relaciones dejan de progresar.


¿La progresión en una relación de dominación femenina significa que las actividades se hagan más intensas? Quizá, pero no necesariamente. El crecimiento puede tener lugar a muchos niveles y de muchas maneras. Lo que es intenso para una pareja puede ser suave para otra, dependiendo de su sexualidad y de sus necesidades emocionales y sexuales. Yo diría que un hombre que es reacio a hacer las tareas domésticas para su mujer al principio de una relación de dominación femenina, pero que ahora está bien dispuesto, es un hombre que ha experimentado un crecimiento. Quizá algunas actividades intensas de D&S ayudaron a ese crecimiento, o quizá se produjo una transformación en su corazón por la revelación del valor o la autoridad de una mujer. Una vez más, cada persona es única y cada viaje es distinto.


Parece que su pregunta iguala la servidumbre a un punto de partida, que lleva a interacciones de dominación femenina más avanzadas. Usted no afirma esto en su pregunta, pero permítame hacer esta suposición. Usted cree que un hombre que hoy hace las tareas domésticas y sirve domésticamente a su mujer se aburrirá, a menos que la dominación de su mujer se haga más avanzada. Me atrevería a adivinar que usted ha mirado las historias de mi sitio web y que se imagina que quizá la castidad masculina o la disciplina mediante el castigo corporal son necesarias para mantener al hombre concentrado. Esto podría llevar a otras actividades en las que la mujer ejerciera más poder, quizá la infidelidad.


No puedo descartar su premisa, porqué muchas parejas progresan por esta vía: a medida que aumenta el poder de una mujer y que el hombre le cede más áreas de su vida, es natural que deseen experimentar cosas nuevas y explorar nuevos niveles. A medida que se construye la confianza y crece la intimidad, se abren las puertas a nuevas posibilidades. Sin embargo, es un error asumir que debe seguirse cierto camino, porqué cada pareja es diferente. Hay parejas que pensarán que una lluvia dorada es lo más salvaje que pueden imaginar y cuando la han experimentado pueden pensar que han ampliado sus límites más allá de lo que nunca se hubieran atrevido a imaginar. Pero otra pareja puede pensar que una lluvia dorada es algo suave, así que la experiencia no tendrá el mismo efecto ni llevará al mismo nivel de intercambio de poder.


Para algunas parejas, una azotaina es un juego avanzado. Para otras, la infidelidad es el sumum. Las actividades no son lo que importa, lo que importa es el intercambio de poder mental. El hombre que se rinda a la mujer es el que experimentará la satisfacción de su sumisión. Para algunos hombres ser un sirviente doméstico es el sumum, porqué han sometido sus corazones a servir a su mujer. Ninguna actividad de D&S podría igualar la intensidad de hacer las tareas domésticas, los recados, o de administrar un masaje, porqué la sumisión es una condición del corazón.


Hay una progresión y es necesario que haya una progresión, o si no la relación se enranciará. Sin embargo, esta progresión variará de pareja a pareja. La mujer necesita crecer en su dominación, como el hombre necesita crecer en su sumisión. Las actividades de D&S pueden ayudar a este crecimiento, pero crecemos mental, emocional y espiritualmente. Lo que importa es lo que pasa en el interior de nuestra naturaleza. Lo externo variará, y algunas personas valorarán estos aspectos externos como salvajes, suaves, viciosos, sosos o, quizá, incluso pervertidos, pero la base es que el valor de cualquier actividad de D&S depende de la valoración que la pareja le conceda.


La D&S no es como una droga que el cuerpo necesita cada vez más fuerte para lograr la misma clase de “subidón”. Puede haber gente desequilibrada, que no tiene los pies en la tierra en sus relaciones de D&S, para los que la D&S puede convertirse en una forma de adicción sexual. Pero esto puede ocurrir con cualquier forma de sexualidad. Hay gente adicta al coito, que se va la cama con cualquiera y que está insatisfecha emocionalmente debido a su adicción al sexo. Hay gente que es adicta a la pornografía, que no puede conectar con una relación real porqué la realidad nunca puede igualar a la fantasía. Hay muchas formas de adicción sexual y la D&S no es inmune a esto. Pero son excepciones.


Cuando se practica dentro de una relación amorosa y comprometida, la D&S puede ser una forma de sexualidad muy sana, especialmente si es dentro de un estilo de vida de dominación femenina. La D&S requiere confianza, y la confianza se logra y se construye a través de una intimidad auténtica. La dominación y la sumisión no se pueden falsear por mucho tiempo. Cuando este intercambio de poder es auténtico, satisface a las dos partes. Cuando se satisface un apetito, este puede hacerse más acuciante para experimentar crecimiento. La D&S es más bien como nuestra necesidad de comer: estamos hambrientos, comemos, quedamos satisfechos, pero volvemos a tener hambre porque nuestros cuerpos lo necesitan para vivir y crecer. Por eso la dominación femenina es una forma de vida; es una progresión hacia adelante y un viaje hacia delante. Los que dejan de crecer son los que se privan en esta área de sus vidas y la ponen en peligro de muerte.


El deseo de sumisión del hombre no desaparecerá, así que lo que morirá será la intimidad de la relación. La aventura puede morir, la intimidad puede morir, pero el deseo masculino de ser dominado por una mujer no morirá; canalizará su apetito en otra dirección. Les digo a las mujeres que si sus relaciones de dominación dejan de crecer, pueden estar seguras de que sus maridos buscarán otras vías, ya sea en sitios de dominación femenina de internet, o en revistas o DVDs de dominación femenina, o incluso con una dómina profesional. Es correcto darse respiros en este estilo de vida y, realmente, podemos disfrutar de nuestros nuevos niveles de crecimiento durante largos periodos de tiempo, pero en algún momento habrá la necesidad de volver a crecer. Este crecimiento variará de una pareja a otra, no hay formulas ni planes mágicos. Deben ser sinceros de corazón y estar deseosos de compartir y experimentar el uno con el otro. No existe substituto para la comunicación y la honestidad y, para todos los hombres, no hay sustituto al desarrollo de un corazón de sirviente. No importa cuánto se experimente con los artefactos más avanzados, los fundamentos para servir a una mujer nunca cambiarán. Esto es lo que siempre proporcionará la más profunda satisfacción de la naturaleza sumisa del hombre.


Así que, volviendo al punto central de su pregunta, un hombre puede estar satisfecho y feliz simplemente sirviendo a una mujer. Deriva de su corazón y de su actitud. Usted puede estar deseando juegos más avanzados de D&S, pero cuando se de cuenta de la revelación del valor y la autoridad de las mujeres, su naturaleza sumisa verá que todas las formas de servir (dentro y fuera del dormitorio) son satisfactorias. Quizá usted todavía no ha llegado a este punto, pero llegará con el crecimiento si sigue comprometido con el servicio a su mujer.




Creo que el sitio de web de Elise Sutton ha sido el más importante de Internet sobre la dominación femenina y la mejor ayuda que han encontrado muchas de las personas que la practican durante la última década. Quiero dejar clara esa opinión antes de escribir sobre el comentario que Javier introdujo el domingo en el artículo “Una polémica sobre la castidad”, en el que se vertía una clara crítica a la posición de la estadounidense. Crítica que está bien resumida en el principio del texto:


La señora Sutton justifica sus postulados desde la contraposición de actitudes y comportamientos extremos, además de generalizar en exceso cuando describe a los hombres. En principio opone a la imagen del varón casto, el hombre que se masturba habitualmente. “Naturalmente” evita aludir a aquellos que ni reprimimos el tener los orgasmos que con toda naturalidad necesitamos tener, ni nos dejamos llevar por excesos. Al igual que hace siempre que diferencia tipos masculinos, tan sólo considera el sumiso o el machista tradicional.
Comparto el párrafo de Javier. Creo que tiene razón al acusar a Elise Sutton de simplificar en exceso sus criterios a la hora de describir los comportamientos masculinos. Creo que la norteamericana muestra una tendencia a ver las cosas en blanco y negro y que, en consecuencia, a veces parece que no viera la amplia gama de grises existente en el comportamiento masculino… como en el femenino. Puede que sea el producto de la militancia, de su convencimiento de que hay un estilo de vida, la dominación femenina en este caso, superior al resto de las muchas formas que adoptan las personas y las parejas al construir sus biografías. Y tan convencida está, que piensa que las sociedades evolucionan irremediablemente en dirección a ese estilo de vida.


Yo no estoy de acuerdo: para mí la dominación femenina constituye una vía más que interesante –y por la que transito a buena velocidad–, que creo que contribuye a enriquecer muchas relaciones de pareja y muchos momentos eróticos, y que podría contribuir a enriquecer a más personas, pero no pienso que sea vía obligatoria, ni que siempre tenga por qué ser la mejor para cualquier persona. Soy de la opinión de que Elise Sutton cae en flagrante contradicción con su defensa de una posición liberal en otros aspectos, porque para una liberal no puede haber sólo un buen modo de vida y ser malos o peores el resto, porque para una liberal es la libertad de elección de las personas la que debería marcar los estilos de vida más adecuados para cada uno, y no las prescripciones de ninguna doctrina.


En consonancia con lo dicho, me parece perfecto que Javier no comparta la obligatoriedad de la “castidad”, que defienda que hay otras opciones y que la de él y su pareja les resulta funcional y les proporciona excelentes resultados:


En nuestra vida sexual mi pareja y yo solemos centrarnos inicialmente en su placer , en sus deseos, en su ritmo… complacerla es para mí entonces el mayor placer. Solamente después me permito pensar en mi. Lo hemos hablado, así actuamos, y a ambos nos resulta esta forma de “armonizar” nuestros encuentros la más satisfactoria. La pasión no deja de estar presente de este modo.
Solamente hay una cuestión en el comentario en la que me parece que Javier hierra, porque además cae en una actitud similar a la que está criticando (de lo mismo le acusaba Fran ayer en otro comentario, aunque no percibía nada parecido en la postura de Elise Sutton; cada uno tirando para lo suyo):


Si reprimiera mis orgasmos con el objeto de incrementar mi pasión y devoción por mi pareja no sólo actuaría de forma contranatural y hasta perjudicial para la salud física y mental. Mi interés y atención por las necesidades y deseos de ella no estaría motivada por el amor o por la convicción, sino por ser preso de una verdadera obsesión no resuelta.
Estamos demasiado prisioneros en el terreno de la sexualidad de la idea de que hay cosas que son “naturales” y otras que no lo son. “El hombre es un ser social”, decía Aristóteles, y no hay nadie que le haya quitado la razón. Pues bien, una forma de decir lo mismo es que la especie homo sapiens se caracteriza por su intento permanente de “desnaturalizarlo” todo, de construir sus realidades sociales y vitales para abandonar el “estado de naturaleza”. Y resulta innegable el éxito alcanzado. También en la sexualidad es casi todo aprendido, “cultural”, “artificial” puede decirse, porque el sexo es puro artificio, completamente alejado ya de la función de procrear. El control de la eyaculación del varón, que tan “natural” resulta a los millones de personas que practican la sexualidad tántrica o taoísta, no es más que una manera de tener relaciones sexuales tan natural o tan artificial como cualquier otra. Y puede ser que sus efectos no resulten tan increíblemente beneficiosos como se figuran sus apologistas –la ciencia acabará dando o quitando razones–, pero lo que es seguro es que controlar las eyaculaciones de los varones no es, desde luego, “perjudicial para la salud física y mental”.

  
Pero si digo que Javier cae en cierta forma en la actitud que critica, en que lo que es bueno para él lo debe ser para todos, es porque descalifica a quienes están convencidos de que ese control de la eyaculación incrementa su amor y su devoción por la mujer que aman y sirven. Porque eso es así. Y lo es porque son muchos los hombres que así lo sienten, y que lo sienten durante mucho tiempo, esto es, que no es cuestión pasajera, tan sólo el producto de un momento de calentura. Y es descalificarles, y sin motivo ni pruebas que lo avalen, atribuir su comportamiento a una deficiencia psicológica: presos “de una verdadera obsesión no resuelta”.


No hay prácticas de obligado cumplimiento, tampoco en la dominación femenina. Por lo tanto, tampoco lo es el control de la eyaculación del varón, que yo dí por traducir como “castidad” hace años –pese a la confusión que el término pueda originar, no se me ocurrió otro mejor–. Pero eso no quita para que seamos muchas las personas que extraemos ventajas de ese mecanismo y tampoco, como parece creer Javier, para que algunas mujeres que controlamos la eyaculación de nuestro hombre no gocemos de ella en determinados momentos, no gozemos de llevar a nuestros compañeros hasta el orgasmo. No obstante, seguro que serían unos cuantos hombres los que discutirían que “el máximo placer físico y emocional” se encuentra en la eyaculación, en un breve momento en lugar de en el prolongado mantenimiento de la excitación . Y lo discutirían porque su experiencia les demuestra que no es así… lo que no significa que todos lo tengan que ver de la misma forma. (Y ya he escrito demasiado, si no entraría en la comparación que algunos de ellos hacen entre la eyaculación y el “orgasmo seco” taoísta que puede alcanzarse repetidamente… y en los beneficios de ese tipo de orgasmo para nosotras.)


Compartamos experiencias. Contémonos lo que nos gusta o lo que mejor nos funciona… pero no pensemos que nuestra experiencia y lo que nos funciona debería constituir la norma “natural” para todos. Porque qué mundo más triste, el de la dominación femenina o cualquiera, si hubiera una norma única que sirviera para todos los que en él habitan.



Creo que no hay figura más emblemática para los amantes de la dominación femenina, así que la crítica que le hace José Perera en su artículo “Sobre Elise Sutton” resulta de interés para todos nosotros. Sin embargo, no va a ser mucho lo que discuta sobre el parecer de José, porque estoy de acuerdo con casi todo lo que dice. Y ello pese a que mí me ocurra lo mismo que a él, pese a que yo sea la primera “en admitir que le debo mucho a Elise”.


No es la primera vez que escribo que no estoy de acuerdo con dos cuestiones básicas del pensamiento de Sutton: no creo que las mujeres sean superiores a los hombres, y no creo tampoco que la sociedad se encamine obligadamente hacia el matriarcado. Y ni lo creo ni me sentiría cómoda creyéndolo: para mí, la libertad es el mayor valor tanto para los individuos como para la sociedad que construyen. Y si mal se ha avenido el patriarcado con la libertad individual de las mujeres, no veo por qué resultaría compatible el matriarcado con el desarrollo de la libertad de los hombres. Además, pienso que las restricciones a la libertad de las mujeres que provocó el patriarcado han afectado también negativamente a los varones, por mucho que dominaran, y es de imaginar que algo parecido ocurriría con la vuelta de la tortilla. Porque no comparto tampoco el criterio de Sutton de que las mujeres somos casi angelicales, de que una sociedad dirigida por nosotras constituiría un paradigma de paz y cordialidad; aunque sí crea que una mayor aportación de las mujeres colaborará a un mejor funcionamiento de las sociedades.


Opino que José da en el clavo en algunos de sus razonamientos (aunque faltan otros más “políticos”), y que acierta al sostener que probablemente Sutton cae en el frecuente vicio de sobrevalorar los indicios sociales que dan muestra de algunas tendencias que parecen confirmar lo que queremos que ocurra en el futuro y, a la par, en infravalorar las señales que en nada anticipan ese futuro. No obstante, tampoco la estadística casera que plantea me resulta del todo convincente: seguro que acierta en que hay una mayoría de declaraciones explícitas de varones dominantes y mujeres sumisas, pero esas declaraciones hay que contextualizarlas socialmente. Y si lo hacemos, seguro que convendremos en que es lógico que haya muchas personas que tengan más facilidad para definirse por medio de roles de gran tradición y, por lo tanto, más aceptados en la sociedad que los que carecen de esa tradición. Creo que esa estadística resulta claramente provisional. Ahora bien, esa provisionalidad, y mi creencia en que se incrementaran con el paso del tiempo las mujeres que se definan como dominantes, no me lleva, desde luego, a anticipar ninguna tendencia hegemónica en la sociedad del futuro. Mi muy humilde opinión en este terreno es que, como escribí hace tiempo, “Crecerá la demanda de dominación femenina”, pero no sé cuánto ni cómo, y tampoco pienso que ese crecimiento vaya a suponer el arrinconamiento de otros estilos de vida, ni que vayan a desaparecer los hombres dominantes y las mujeres sumisas. Es decir, que comparto plenamente lo que escribe José: “nada nos dice que alguno de esos nuevos estilos de sexualidad vaya a convertirse en el hegemónico”.


Discrepo matizadamente de la importancia que José confiere al atractivo físico de una mujer para poder dominar a un hombre, de que sea casi sólo “ese atractivo el que resulta en última instancia seductor”. No niego, desde luego, la importancia que los hombres conceden a al físico de las mujeres. Sin embargo, pienso que una de las virtudes de la dominación femenina para las mujeres es que nos proporciona armas importantes para relativizar esa importancia. No me extenderé en ello, pero abundan los ejemplos de mujeres no especialmente agraciadas físicamente con notable éxito a la hora de dominar a un hombre, e imagino que serán unos cuantos los sumisos que puedan atestiguarlo, que sepan que el atractivo físico no es la “última instancia”.

  
Hay un asunto colateral que no creo que tenga mucho sentido sacar a la palestra en este caso. Sostiene José: “me reservo el derecho a la duda cuando presiento que puede haber dinero por medio detrás de la oferta de un paraíso prometido”. Puesto que Elise Sutton lleva años trabajando para mantener una exitosa página web sobre la cuestión que continúa siendo gratuita, no creo que tenga sentido sembrar dudas en este terreno. Y además no aporta nada relevante a lo que se discute. Mejor discutir las ideas expresadas por alguien que sus supuestas intenciones.


Hay una cuestión que también me distancia de Sutton, aunque José no la trate: la utilización del psicoanálisis como terapia psicológica. No discuto la importancia de Freud en la historia del pensamiento y su influencia en la sociedad. Sin embargo, considero el psicoanálisis como una mera teoría que, además, nunca ha sido confirmada ni por la ciencia ni por la experiencia. Ya sé que Sutton no es la única psicóloga o psiquiatra que lo utiliza, pero lo cierto es que no deja de asombrarme que, con la que ha caído, se continúe tratando a los pacientes con criterios tan escasamente científicos, con mecanismos más literarios que prácticos. Pero, bueno, aquí lo dejo, porque no es el momento de ahondar en un debate sobre el psicoanálisis que está claro que requeriría de mayor espacio y precisión.


Un aspecto fundamental de la crítica de José reside en lo que el califica como la conversión de Elise Sutton en “una especie de sacerdotisa”, que “opina y da consejos sobre múltiples facetas de la vida”. Concuerdo con él en la idea de fondo: “Pero cuando la sexología como ciencia social se impregna de mesianismo político-religioso, la credibilidad de su autora sólo ganará tantos dentro de su propio campo de juego”. Y también en que “no comparto para nada, las ideas religiosas y políticas de Elise Sutton”, y en que “no es bueno mezclar unas cosas con otras”.


Siempre me ha llamado la atención la significativa presencia de las ideas religiosas de Sutton en sus textos; pero yo soy completamente atea y, en consecuencia, me cuesta entender la importancia de la religión en una sociedad como la estadounidense. Y con respecto a sus ideas políticas, la gran diferencia es que, aunque para mí también la libertad constituya el valor por excelencia, concedo bastante más importancia que ella a la igualdad de oportunidades, porque la igualdad se revela imprescindible para que cada persona disponga de libertad para construir su vida.

Sin embargo, no puedo obviar el problema: ¿es un error que yo manifieste mis ideas sobre la religión y la política como acabo de hacer, aunque sea a vuela pluma?, ¿no debería, por ejemplo, haber explicitado en el blog mis preferencias por personajes de la política como Hillary Clinton o Rosa Díez? Cierto que yo no ejerzo aquí de psicóloga ni pretendo disfrutar de magisterio alguno en el campo de la dominación femenina, que me limito a dar mis opiniones y a argumentarlas como mejor puedo, pero ¿qué ocurre si algunos me adjudican ese magisterio? Dejo las preguntas sin responder, porque creo que con hacerlas ya se plantea la duda en esta cuestión.

Ahora bien, esas preguntas me llevan a lo que he dejado para el final, a lo que José aborda al comienzo de su artículo:


Ana, reconozco que te tengo miedo; que te admiro y te temo al mismo tiempo, porque he leído los artículos que a veces mandan a tu revista, y a cuyos autores replicas de forma implacable, demoledora. En realidad creo que ejerces tu rol, y no te faltan armas intelectuales para ello. Procuro por eso acercarme a tu publicación con una prudencia que, seguramente, no guardaría si escribiera en otro medio. Probablemente nada será peor para un sumiso que ser acusado de no serlo. Y quizá por ello leo y releo lo que escribo, buscando y autocensurándome en todo aquello que pudiera ser percibido como un ataque a los que, en nuestro ambiente y de forma implícita, se consideran como principios fundamentales. Pero también es verdad que la sumisión amorosa no conlleva la sumisión del pensamiento.
¿Miedo, dices? No será para tanto. No pienso que replique “de forma implacable, demoledora”, pero es verdad que no seré yo la más adecuada para decidir si es o no es así, esto es, que no me queda otra que aceptar que algo habrá si algunos lo ven de ese de modo. ¿Cuántos son los que así piensan? Pues no lo sé.


Lo que si sé es que nada más lejos de mi intención que ejercer el rol de dominante cuando escribo mis opiniones en este blog. Y también sé que, puesto que “la sumisión amorosa no conlleva la sumisión del pensamiento”, en absoluto comparto que, en el terreno de las ideas, “nada será peor para un sumiso que ser acusado de no serlo”. No. Ni en el terreno de las ideas ni en la vida cotidiana: para discutir o para vivir con ellos, quiero hombres que digan y defiendan con claridad, incluso con vehemencia, lo que piensan. Sumisos, sí; pasivos, no.

  
Me parecería estúpido zanjar una discusión sobre una idea o práctica de la dominación femenina diciendo que la razón me tiene que asistir por ser mujer dominante. Porque me parecería estúpido empobrecer mi vida de ese modo. Pero es que me ocurre lo mismo en el terreno de la vida cotidiana: no quiero que mi chico me dé la razón por ser quien soy, sino sólo cuando piense que la tengo, y si no la tengo, que me discuta como el primero. Otra cosa es que, entre mi chico y yo, la última decisión sobre los asuntos de nuestra relación y nuestra vida cotidiana la tenga yo. Pero en el campo de las ideas y de las opiniones no hay decisión final, así que el debate, tan libre y abierto como cualquier otro.


Por lo tanto, José, si se produce “un ataque a los que, en nuestro ambiente y de forma implícita, se consideran como principios fundamentales”, pues bienvenido el ataque y… a discutir tocan. Porque los “principios fundamentales”, sean del Movimiento, de la democracia o de la dominación femenina están para ser discutidos, porque lo que no se discute, se muere. Y si alguien piensa que hay unos principios fundamentales de la dominación femenina que no deben ser discutidos, pues apenemos por la estrechez de miras de ese alguien.

De todas formas, José, no hemos tenido mucha discusión aquí, porque me ha gustado tu artículo y porque estoy de acuerdo con lo fundamental de lo que escribes. Y digo las dos cosas para dejar claro que también hay artículos que me gustan y con los que no estoy de acuerdo en casi nada. Y luego está Elise Sutton… que tanto ha hecho por nosotros y con la que tantos desacuerdos tenemos. Bienvenida la discrepancia. Así que discrepa de lo que tengas a bien discrepar, José, pero no me tengas miedo, que yo no saco el látigo cuando de discutir ideas se trata.


MHK es un fotógrafo aficionado, le encanta tomar fotos de todo tipo de objetos, plantas, animales, naturaleza, arquitectura, Se podría decir que es su pasión ... y estaría bien! Él acaba de comenzar en su viaje al mundo brillante de la fotografía fetichista.
Los proyectos actuales y en curso son con Annai, su esposa, han estado casados durante los últimos 15 años. Juntos se han centrado en el arte de bondage japonés de los últimos 9 años para convertirse en expertos practicantes de bondage.

1 comentario:

  1. saludos,yo diria que la edad tiene poca influencia sobre el deseo de someterse a una ama porparte de un sumiso consciente de si mismo,mi relacion con mi señora,a la que ya me unia una antigua amistad no fue en sus inicios claramente de dominacion y sometimiento,en contra de lo que los topicos dictan soy un hombre de fuerte personalidad,lucido y estable.ella es una mujer excepcional,en todos los aspectos y 11 años mas joven que yo,inteligente, culta ,independiente y libre,como buena domina,nuestra relacion fue derivando hacia la dominacion femenina por si sola,era lo mas logico,en el aspecto sexual mi sumisionn es total,aunque todavia estamos evolucionando en la vida...civil... hacia mayores profundidades de sumision por mi parte,ella decidira lo que quiera y yo la obedecere,como debe ser.aunque la edad no se corresponde con el caso de mujer mayor y hombre joven,creo que sirve de ejemplo de comoo es la mujer la que marca las pautas y decide,ella tiene todos los resortes ella ostenta el poder,social y econnomicamente,yo simpemente la adoro y me someto a su poder .asi sea.

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